“Me descubro como músico, imitador y cantante bríndenme una ovación, lo haga bien o lo haga mal, prometo hacerlo de verdad, viviré y moriré mil veces bajo estas luces, sobre este escenario, como un ser en rebelión que contiene multitudes ilusiones, busco el dolor en mí y no a mí en el dolor y empiezo preguntándome cómo, cuándo, dónde y por qué, siento aquí, una herida que es mayor, pero que se ha de volver menor, tan solo un aplauso me llevo yo…”, siempre así y a ritmo de rap, inicia el show, Muñeco Roto y Muñeco Roto nació en el corazón de una familia de músicos, cantos y bailes escondidos en la bachata, vallenato y cumbias, con todas sus culturas, ciertamente quiso estudiar un poco la música para expresar lo que a veces no sabía decir y que mediante la música lo podía expresar todo y el mundo lo entendería mucho mejor, porque todos pensamos igual en la música, a veces se siente cansado, de los viajes, del show, del acoso, y se refugia en la soledad, esa que es su fiel compañera desde hace muchos años, esa que lo envuelve en un misterio, esa que lo hace tímido, pero una vez que sube al escenario, se transforma, se entrega a su público, termina el show y regresa a su habitación, esa habitación que cuida de esa cama vacía, es cama vacía, acompañada por tres almohadas, esas almohadas, que cada una esconde algunos secretos, lagrimas, sonrisas y miles de sueños, cada almohada lo ha ayudado a resolver problemas o a ordenar su vida propia, pues sin tener a nadie para contarle sus problemas o aquellas circunstancias de la vida, esas almohadas son su refugio, cada vez que llega a esa habitación, los recuerdos llegan a su mente, y siempre te apareces tu, llegas a su cama vacía y algunas veces cansada de gatear, te levantas, miras altivamente a tu alrededor, y comienzas a caminar de una manera, diferente, provocativa, siempre te inventa sobre su cama vacía, cuando la madrugada se escurre de una manera taciturna y el silencio conmemora su afirmación, entre tu piel y sus manos, tus ojos de sándalo y la forma del éxtasis te da, deja correr a su imaginación, tu espalda erguida al paso de sus dedos y no se sacia, son como si estuviera tocando el teclado, te descubre estampada en el vuelo de alguna luciérnaga, su incandescencia pasión destapa y retorna de pronto a la iniciación del roce primigenio, la ingenuidad sólo la transita, como un espejo arrastrando tu rostro, que como granizo de fuego convertido en un sudor se apodera de él, es que la redondez de tus senos, con sus aureolas rosadas de tus pezones, lo obliga caminar hacia el sur de tu ombligo y llegar hasta esa selva oscura, ahí asciende, convulso como las olas del mar en júbilo pregunta: “¿puedo llegar al sur de tu ombligo?”, cierra los ojos y su mente queda en blanco, pues la memoria no existe, palpa con sus manos la lejanía de tus muslos de agua, disolviéndose la trama se tuerce y te sujeta, se ciñe al clamor de tu cintura, junto su rostro en su centro, besando el sur de ombligo; tus abrazos matinales y sus besos somnolientos, como siempre insuperables, tu voz sexy y pelín dormida ronroneando en mi oreja, tus mimos, tu empeño, tu sabiduría tierna y tus exploraciones de navegante experto, por lares poco conocidos que lo hicieron sentirse cómoda, sexy, mimosino y deseado, tus besos en su nuca y en tu nuca y detrás de su oreja, asaltaron su cama vacía al tocar los grillos su prístina sinfonía, mas tu sabor a mango y piña madruguera, lo invitaban a viajar por la geografía de tu hermoso cuerpo; tu besable cuerpo que te vuelve cachonda imaginártelo, y ni te cuento al verlo, besarlo, tocarlo, lamerlo y mimarlo, tus besos entregados, tu último abrazo, para subirlo y viajar hasta el sur de ombligo, mas sólo sé morir desde que soñar es una daga contigo tatuada…prefiero morir en el sur de tu ombligo…