Cuando te conocí, sentí una gran necesidad por besar tu boca, te veías muy agradable, mas alguien me advirtió: “ella, solo fría, la aceptaras, porque cuando está caliente, ni se te antoja”; no quise preguntar los motivos de aquella expresión, pues prefiero comprobar sin dejarme llevar por falsas argumentaciones, con mi mano derecha tome tu cuerpo y mi intención fue llevarlo hasta mi boca, pero ahí descubrí tu frialdad, en verdad que todo tu cuerpo sudaba de frio, era verdad aquella advertencia, pero jamás puedo dejar una historia inconclusa, siempre me habían gustado “calientes”, pero en esta ocasión me atraía tu “frialdad”, me he preguntado: ¿por qué te pienso?, ¿por qué te añoro?, si no te tuve, si no te tengo, ¿por qué te lloro?, ¿por qué te quiero?, yo no lo entiendo si te has pasado una vida entera en otros brazos, con otro dueño en otra casa, en otros labios, y de nuevo en mi mente surgen aquellas preguntas: ¿por qué te sueño?, ¿porqué te espero?, sí, te espero tanto te espero que duele, mi labios y la boca están reseco, necesitan de ti, tu eres de vital importancia en estos momentos, quiero besar tu boca fría, acariciar tu cuerpo frio, sí esta desquiciante inquietud que pone en duda toda virtud, sí las ganas de saciar la sed de formar parte de tu ser, si no hay motivo, si no hay razón no comprendo esta emoción yo no fui tuyo, y tú fuiste mía, ¿por qué es entonces mi agitación?, por qué mi mente, mi mente loca, tiene presente tu imagen, tu cuerpo, tu boca, tu beso, tus labios, cuando tú y yo éramos un "puede ser", pero fue impedido por tu frialdad, era demasiado el frio de tu cuerpo, que mi boca no podía besar tu boca; entonces pensé: “tiene que ser mía, la calentare por unos momentos” y esa posibilidad nunca fue una realidad por la culpa de tu frialdad, los médicos me había ordenado que siempre te tomara caliente, era mejor para mi boca, para mi garganta; sí aquello que pudo haber sido no fue: me sentí despreciado, tú confundida, quisiste poner distancia y me dejaste herido, fue el orgullo, fue el despecho, fue ese dolor en el pecho el que me impedía disfrutarte, pero todo era por tu frialdad, aun mi boca y mi garganta sigue reseca, te mire fijamente y sin pedirte permiso, te lo metí, era largo y delgado, pero muy resistente a tu frialdad, quizás sentiste algunas agruras, porque por tu boca espuma salió, y con gran disimulo, mire que no lo había metido todo, solo la mitad, y sin que nadie me viera, comencé a chuparte, y cada vez que mi boca te absorbía, mi garganta se estremecía, así en secreto fui sintiendo toda tu frialdad, tu ropa de color roja y blanco o plateada, se encontraban bañada en sudor, a pesar de tu frialdad, así poco a poco te fui consumiendo, sorbo tras sorbo, después comencé a sentir mucha temperatura y el médico me dijo: “se lo dije, nada frio, todo caliente y usted, no obedeció, le tendré que inyectar, para abrirle la garganta y así pueda usted cantar”; en silencio, no pronuncie palabra alguna, solo te mire discretamente y a manera de reproche te dije: “me has hecho mucho mal, como te odio, pinche lata de refresco”