Estoy en el escenario y en ningún lado, me siento triste, pero una tristeza muda, silenciosa, que va corrompidamente distante dentro de mi cuerpo, mutilado en el tiempo, no importan los aplausos, ni los gritos de la gente, no quiero ni puedo sentir mis zapatos, no puedo callar mis oídos, no puedo leer las notas musicales sin principio y sin final con una sensación secundaria o asociada que se produce en una parte de mi cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado por mi corazón, esa imagen o sensación subjetiva, propia de un sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente, incorrupto, alborotado y casual, con el tiempo la gente se ha de preguntar porque Muñeco Roto, ese que tiene roja la nariz y el calzado singular, porque se aficiono al disfraz, convencido de recuperar su libertad, se puso una corbata, unos jeans y su playera y empezó a trabajar, mas hubo un tiempo en que quiso cambiar las cosas, pero su vida es el show y el escenario, ahí descubrió que tus fotos abren la dimensión de las sensaciones, recorriendo la geografía de tu cuerpo, caminando por la orilla de tu ombligo, su mirada navega de sur a norte, desde tus pies hasta la cabeza, admirando tu desnudez, mis dedos maquiavélico, recorren como duendes escondiéndose y surgiendo inesperadamente en la geografía de tu cuerpo prohibida, quiere abarcarte por completo, tu mirada escondida en tus ojos, ya no bastan, tus manos tienen miles de formas, que arrullan a cualquiera, pero Muñeco Roto, necesita más de tu cuerpo, que de una sola borrachera, mis brazos se apoderan de tu cuerpo en silencio, jadeante, desesperante, entre dulces besos y un deseo reprimido, alimentado las sabanas secretas, de mi cama vacía, dejando volar mil fantasías se derrama por tu cuello que vibra con mis labios húmedos y mis dedos fríos que te hacen arder por dentro, con tu picardía femenina llena el escenario y suspendes el show, por tan solo mirar la geografía de tu cuerpo en una apertura incontenible con tus brazos al aire y tus pechos desnudos, mas mi espalda se aferra y presiona tu pecho, solo te miro a través de tus hombros las pendientes de tu cuerpo, deseo enredarme en el olor de tu pelo, en el aroma de tus pechos entre los que ascienden mis dedos que se mueven hasta tu cuello, hasta tus labios que se abren como tus muslos delgados y tersos meciéndose al ritmo de tus caderas que reciben mis manos amables que buscan en la orilla de tu ombligo.